viernes, 1 de mayo de 2015

Lo confieso: soy la generación perdida

 Matamos a Dios, y lo sustituimos por la ciencia. Así comenzó todo.

 

Lo que podíamos tener se convirtió en todo lo que podía librarnos de la muerte. Reemplazamos el "ser" por el "tener", y así, nos convertimos en cosas sin ser nadie. Nos divorciamos del amor porque creímos que como no podíamos poseerlo no existía, y por eso terminamos, amando cosas y utilizando a personas.

Nuestro valor quedó medido por el número de nuestros baqueros, el de la cuenta bancaria, el de los "like"s de facebook y el de nuestras notas. Tenemos el código de barras tatuado en nuestra nuca. 

Nuestros padres, quedaron huérfanos de la esperanza del nuevo mundo cuando el dinero comenzó a valer demasiado, y a nosotros nos toca limpiar sus platos rotos. Su difunta madre hizo realidad todas sus pesadillas, y no se habían dado cuenta de que también eran sueños. Y ahora, nosotros somos la generación perdida e inmoralizada. 

Nuestros abuelos tenían a Dios, nuestros padres el dinero, y nosotros... no tenemos nada. Intentaron comprarnos con objetos porque creyeron que era posible sustituir con un peluche una caricia, y luego, se preguntaron en qué se equivocaron para que lo menospreciemos. Nos sentimos la lacra de la sociedad porque buscamos el placer en un mundo en el que nosotros portamos la brutal honestidad de ellos. Decirme ¿de qué sirve tener tanto si no somos nadie?

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