Puedo veros en el pasado.
Riendo con nuestros perros en tardes calurosas de verano donde no había nada
que hacer. Recuerdo esperar impaciente vuestra llegada entre discos LP y poner
nuestro culo en cada asfalto de este pueblo comiendo pipas hasta el anochecer.
Más adelante vinieron los
chicos, las borracheras y las palabras en forma de bala. Dejarnos de hablarnos
el suficiente tiempo para que doliese, pero no tanto como para que no quisiéramos
vernos de nuevo. Pasamos por lo peor y supimos cómo mirarnos a los ojos de
forma digna. Crecimos juntos y eso no nos lo podrá quitar nadie.
Puedo veros en presente.
Un sábado a la noche recolectando historias en el bar de la esquina. Nuestras
camas quedan lejos, pero las ganas de vernos nos mantienen cerca. Cada una está
construyendo su vida. Una acaba de romper por primera vez un corazón, la otra
ve el mundo tras el lente de una cámara y la siguiente simplemente trata de
adivinar qué es lo que quiere hacer mientras pisa miles de estaciones.
Comenzamos a divisar el pasado, pero el futuro es seguro. Cuando uno deja de
visitar a quienes quiere, es porque quiere. Es así de simple.
Puedo veros en futuro.
Estamos en el sofá de una de nosotras tomando vino y riéndonos cómo si el
tiempo no pesase. En el apal están guardados varios vídeos de viajes compartidos y hay
libros esparcidos por cada esquina. No nos queda mucho tiempo, pero sí el
suficiente para recordarnos lo que nos apreciamos. Una de nosotras lo dejó todo
y comenzó de nuevo, otra acaba de poner los cuernos a su pareja y la siguiente
acaba de asistir a la boda de su hermana. Llevamos enmendados los errores en
nuestro pantalones, y las margaritas que florecieron en ellos siguen creciendo
sin romper los hilos. Os hecho de menos, y aún no os habéis marchado.
Gracias por ser mi despertar, mi guía de supervivencia y mi anochecer.
Sois todos MIS tiempos
concentrados en uno.