martes, 7 de marzo de 2017

Hoy es un día cualquiera


Me he despertado con la radio de la vecina. Retumbaba por todas las escaleras anunciando que su marido ha vuelto de Granada, y ha decidido poner flores en pleno invierno; en su cocina ha florecido la primavera.

En el portal me encuentro con la vecina del cuarto, llevaba puestas las ojeras porque su nuevo cachorro se ha pasado ladrando toda la noche. Salgo a la calle y paso por delante del colegio. En la puerta hay un grupito de niños que comparan los agujeros de sus pantalones, por desgracia para sus padres y madres.

Paso por delante de la panadería. Han pintado la pared del fondo de azul y la risa estridente de la dependienta se oye desde la otra acera. En el camino me cruzo con mi prima, que me saluda con timidez mientras sigue cuchicheando con sus amigas acerca de un profesor que le ha puesto mala nota porque le tiene manía.

Cuando cruzo la calle cuando veo a Juan esperando a que abran la farmacia. O quizás simplemente esté desorientado. Está perdiendo la cabeza el pobre hombre. Antes de llegar a la parada paso por delante de la tienda de las hermanas Hernandez, que, con la puerta abierta, dejan salir un fuerte olor a perfume que me hace estornudar.

Llego al fin a la parada. Aún no hay nadie.

Hoy es un día cualquiera. Qué maravilla ¿verdad?