sábado, 30 de mayo de 2015

"¿Escritor? ¿De verdad?"

Nadie ha triunfado en su vida aferrándose a la tristeza. Por eso, nadie recuerda la fecha de muerte de los escritores, pero sí de sus poesías. Los escritores son muertos de hambre porque roban de las lágrimas ajenas pensamientos que nadie desea leer, no merecen más limosna que esa. Llamamos escritores a aquellos que han aprendido a serlo, no a los malditos que se odian por no poder evitar escribir esas guarradas obscenas que afirman que los humanos solo somos animales con cuchillas de afeitar. Ya no hay escritores malditos, nos hemos deshecho de todos. ¿Cómo vamos a comprendernos si no damos voz propia a la tristeza?

Hemos controlado la locura como si fuese algo malo; la locura da a los locos la oportunidad de sentirse vivos, es la represión de la misma lo que nos hizo desgraciados: Van Gogh no se cortó la oreja mientras estaba pintando, lo hizo cuando sentía su alma lapidada. 

Parece que no quedan cuentos sobre gente fea y horrible. Como si el arte consistiese en dibujar caritas sonrientes para que los desgraciados no sientan el poder de formar parte de esta sociedad de pega. Las mentes más peligrosas son siempre las más dañadas; saben que pueden sobrevivir por muchas heridas que les asesten. 

Las personas que comprenden la soledad y no les importa ser considerados gilipollas, son los únicos que realmente se aceptan en el aquí y en el ahora, y por ello, los menos escuchados porque cada frase que sueltan es un rastro de la realidad. Matamos a nuestras genialidades antes de los 35, para disfrutar su desgaste, la indicación en luces de neón de que las desgracias no deberían formar parte de tu vida. Y toda la sociedad traga, traga y traga por los ojos.

Estúpidos. Los más bondadosos son aquellos que predican su propia maldad. 
¿Por qué fue, sino por derrumbar el engaño de Dios, desterrado satanás?

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