miércoles, 10 de enero de 2018

A fuego lento


Estoy ardiendo. Huelo a pura gasolina, y tú tienes las cerillas. Sus ojos están a punto de prenderte fuego. Yo me encuentro aquí, de pie deseando evitar convertirme en ceniza. Estoy perdiendo porque soy yo la osada que decidió bailar desnuda.

Me acusan en tu pequeña cabeza; fue un incendio premeditado. Cielo, no estás equivocada. La destrucción no es más que otra forma de gozar de los picos de nuestras emociones. Pero hay poder en tus actos. El humo de tu lengua ocupa toda la habitación. Y ella observa tu sonrisa. Al final, aquello que un día ardió no vuelve a encenderse, pero joder, cómo ensucian las cenizas de tus caricias.

El calor del sexo nunca eclipsará tus llamas. Sales ganando. 
Pero a mí nunca me importo la forma de tu incendio. Es fuego, sigue siendo fuego, por muy bonito que parezca. 
A mí lo que me importa es un corazón sincero, chamuscado , no letreros de bienvenida que relatan que esto no se trata de un infierno.

Lo que a mí me produce placer a ti te aterroriza. 
No he jugado limpio, pero tú tampoco. 
Puedo sentir el frío de tu distancia. El amor siempre fue poder. Pero tú buscas una monarquía y yo una anarquía.

Siento si he terminado haciendo daño. Realmente, no lo pretendía. Pero dime, si no estoy haciendo nada malo ¿Por qué debería ocultar este incendio? ¿Por qué debería hacerme pequeña? 

Dejar apagar este fuego, sería peor que dejarnos arder en él.