jueves, 14 de mayo de 2015

Apuesta por ayudarte y acertarás.


He visto a un hombre transformar naciones porque no temía perder su propia bandera. Han destruido su pasado porque sabían que no pertenecían a él, y simplemente, lo han dejado ir, como quien deja en libertad a un pájaro con las alas rotas. 

Ojalá yo fuese así. Tan testadura y tan valiente que mis valores y principios tuviesen vida propia, para viajar de boca en boca sin apretar nunca los labios. Envidio a la gente que es segura porque es diferente a mí, ya que yo nunca he tenido ni una regla estable sobre los que condicionar todos mis actos. Que no te sorprenda que confiese que me asusta un poco la libertad. 

La seguridad de pertenecerse a sí mismo que irradiaban sus ojos, parecía tener el poder de desnudar todas las almas. Todas menos la suya. O quizás, lo que menos temía era desnudar la suya, he ahí los cimientos de su fuerza. Esperó lo más grande, y lo alcanzó. Como si se tratase de un juego de niños. 

Puedo afirmar que incluso cuando su vida dio un tumbo tan inesperado que lo dejó demacrado y de rodillas, seguía sosegado por la eterna fe que confeccionaban sus creencias más profundas. Y eso bastó, para demostrarle a la vida y a su mundo, que podía alcanzar todos sus deseos, porque no estaba él mismo para detenerse, sino para darse unos empujoncitos más en la dirección correcta. 

Ojalá yo fuese, como todos esos grandes hombres que han sido ocupas de mis sentimientos.

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