sábado, 19 de marzo de 2016

Vuelvo a repetirme


Sobre mi pecho hay un muro infranqueable que no recuerdo cómo cruzar.
Me han escrito unos ángeles desde el cariño,
diciéndome que no entienden muy bien cómo llegar a mis atardeceres.

Sé que no pueden ver mis flaquezas,
pero pueden leerlas en cada palabra que escribo al husmear las esquinas.

Trato de forzarme a romper mis barreras,
sin embargo, cada vez que comienzo a hacerlo
mi mente se desconecta,
deja a mis sentimientos flotando a la deriva
y penetro en un vacío profundo que no me permite sentir la vida.

Me asusta pensar que ya lo he dado todo de mí.
Todo lo que estoy dispuesta a dar normalmente.
De aquí en adelante lo que me queda es marcharme (no huir)
o permitir que el aburrimiento atrape mi ilusión.

Estoy llena de tristeza,
porque mi mente se empeña en darle fin a algo que nada más comienza.
Yo no quiero que acabe,
pero por otro lado,
no quiero permitir que el tiempo destroce algo tan hermoso.

Nunca estuve dispuesta a perder de nuevo.

viernes, 11 de marzo de 2016

Radicales por la paz



Curiosa la manía de dar nombre de radicales a los que luchan por la paz.

No sé si será porque los años pasan, por decidir usar las vendas de los ojos para curar mis heridas o por la cada vez más persistente indiferencia de los borregos; quizás por todos, pero cada vez descubro más personas señalando nuestro vientre descubierto porque no somos partidarias de refugiarnos en el dolor de una opresión. Prefiero que me saquen los dientes a vivir sin lengua.

Hace poco descubrí que nunca mereció la pena ser tolerante con los intolerantes. Que yo no soy "santa teresa", que no es mi misión salvar sus almas permitiendo con ello que hechen la mía a sus impolutos pies. Pies privilegiados que nunca han necesitado limpiarse, que la sociedad pule su piel cual dioses del Olimpo.

Todas las almas mediadoras huyen nada más ver una chispa de lucha, y nuestros ojos están ardiendo por la rabia. Por eso somoos quemadas en la plaza, por negarnos a permitir ser libres a aquellos que nos tienen encarcelados. Aquellos que necesitan justificarse porque saben que lo que hacen no es correcto. Y sonríen, porque tienen un gran ejército, enclenques todos, que sufren el síndrome de estocolmo, al tener secuestrados sus derechos más sagrados.

Piensan que odiamos por odiar, cuando lo que hacemos es odiar por amor. Por amar nuestra vida, nuestros corazones, nuestros amigos, nuestro hogar, nuestros sueños, nuestra voz. Sobre todo por nuestra voz.

Os han comido la cabeza, y vivís traicionándoos a vosotros mismos, negándoos a creer que las personas que se creen libres son las más esclavizadas.

"Antes todo era peor" decís con desesperación. "Sí, queridos, antes era peor, pero eso no significa que ahora esté bien" Dejáis que el conformismo os coma el coño. Porque ¿cómo enfadar a vuestro príncipe azul, a vuestro jefe? ¿Cómo os van a querer si os negáis a obedecer otras voces y escucháis la vuestra?

Dicen que la libertad se paga con la soledad.
Pero prefiero ser mía sola,
que no tenerme nunca en compañía.

Radicales por la paz.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Dejé hace tiempo de ser objetiva con tus ojos.
No puedo hacerlo si en lo que me empeño es en protegerte del dolor 
a través del sufrimiento.

De todos modos, 
no deseas escuchar a nadie desde hace tiempo.
y comienzo a sospechar
que es porque no puedes oirte a ti misma
si no es en forma de compasión.

Te consumes con tus propios pensamientos.
Y no hay nadie que pueda rescatarte de tus preguntas.
Nadie que venga a salvarte.
Nadie que acune tus miedos 
sin utilizar tus manos en forma de salvavidas.

Tus borracheras son como un cartel de socorro
entre tus dientes,
como un intento de vuelo sin alas.
Creo que ni siquiera a mí debes escucharme.

No, no debes hacerlo.
Eso sería precisamente ir en contra de mis consejos:
Debes aprender a escuchar hacia dentro, 
porque tus heridas no se pueden coser desde fuera.