lunes, 20 de junio de 2011

Reflejos

Nunca sabré como he llegado hasta aquí. Me miro de nuevo en el espejo, pero la sensación sigue siendo la misma. Tengo ganas de llorar, me odio. No soporto la idea de ser la misma que la de detrás del fino cristal. Quiero esconderme para que nadie pueda decirme lo que soy, en lo que me he convertido. Pero nadie debe darse cuenta de lo que está pasando. Absolutamente nadie. Aparto la vista a la ventana, evitando verme de nuevo a mí misma, sabiendo que en exceso puede traer malas consecuencias, aunque ya ni siquiera me importe. No pienso salir por la puerta. No tengo ganas de avergonzarme de mí misma. Me doy un asco terrible. Soy una completa imbécil. ¿Como pude caer de nuevo en la misma trampa? Pero ese pensamiento transcurre muy pocos segundos. Cierro los ojos con fuerza, me agacho y lo hago de nuevo. Una vez mas, otra, otra, otra y otra. Me levanto, limpio mi cara con tranquilidad y vuelvo a comprender con amargura que no ha habido ni siquiera un rastro de felicidad que tanto añoro y he intentado alcanzar. Quiero terminar con esto, es suficiente. Estoy tan cansada ya. Quiero pararlo. No aguanto más. Es demasiado. Pero hay una parte en mi que me controla y es entonces, cuando me da igual llegar demasiado lejos, mientras consiga lo que yo quiera. Y la avaricia se apodera de mí... se apodera de mí, dejándome hecha una auténtica mierda. Porque hay noches en las que rezo, para que cuando me duerma no vuelva a despertarme.

jueves, 16 de junio de 2011

Las mentiras nunca duelen. Solo son una capa de maquillaje que se le da a la cara de la verdad, aunque hay veces en el que pueden llegar a esconder toda el rostro y mostrar que la verdad está oculta tras los pequeños rasgos de su cara, de esos ojos oscuros, de esa sonrisa enigmática... Sé que hemos mentido mucho los dos, pero nadie quiere hablar, porque lo último que deseamos es que alguien salga herido. No comprendo como es posible que no entiendas que nada pudo funcionar porque juntos eramos personas diferentes, distantes, fríos, con demasiados secretos. No te culpo, porque yo también tengo parte de culpa, pero yo intento darte oportunidades que las desperdicias, aunque entiendo que no sea tu culpa y ni siquiera te des cuenta.

martes, 7 de junio de 2011

Recuerdos...


Hoy, una tarde cualquiera, un día cualquiera, en una cadena de radio cualquiera... suena esa canción. Recuerdo con ternura todo lo que fuimos y lo que somos ahora. Todos los recuerdos felices que fueron inolvidables para mí. Entonces me pregunto si al escuchar esas notas de tanto sentimiento pero sencillez harán que me recuerdes, que recuerdes ese verano, ese lugar, mi pelo alborotado y como nos dormimos mientras apoyaba mi cabeza sobre tu pecho, escuchando tus lentos latidos y rogando que ese momento no terminara nunca. Cierro los ojos y siento como vuelvo de nuevo a aquella noche que nos enfadamos por una estupidez y me despedí con un portazo, fue la primera vez que te quedaste en mi puerta esperándome hasta el amanecer, pidiéndome perdón. Me siento tan estúpidamente feliz... recuerdo como adorabas mis viejos vaqueros azules, los que aún guardo en secreto en el armario. Jugábamos a vivir y a hacer que todo fuera tan simple, tan sencillo, lleno de dulces sabores y vistas hermosas. Adoraba que me dijeras lo importante que era para ti, aunque siempre te lo negara, diciéndote que era mentira. Ahora comprendo porqué los días de lluvia eran tan luminosos, como era posible que los secretos fueran confidencias y la manera en la que las miradas se fueran convirtiendo en mucho más que simples escapadas inesperadas. Estaba tan enamorada... y hoy, una tarde cualquiera, un día cualquiera, en una cadena de radio cualquiera... me acuerdo de ti, imaginándome que escuchas lo mismo que oigo yo ahora, mientras me recuerdas.