martes, 19 de mayo de 2015

¿Dónde está la frontera?


¿Alguna vez te has masturbado sin ganas? ¿Como queriendo llegar al paraíso a través de senderos llenos de lodo? El cuerpo se acelera, pero tu corazón se aferra al silencio, y late incluso más despacio. No hay placer, solo un enorme vacío que se distrae jugando un rato. Intentamos olvidar que los orgasmos son pájaros que nacen y mueren en el primer vuelo. No sé por qué nunca deciden reencarnarse en los mismos labios.

Comienzas a buscar otra caída que duela menos, y palpas tu ombligo, las costillas que sobresalen resquebrajadas, tu cuello... todo tan despacio que parece que la suciedad se está masticando a sí misma. Pero de pronto, descubres que no sientes nada. Es como si el cuerpo que aferras fuera ajeno, y llevases vendados los ojos. Tu cuerpo se enajena del calor y comienza a invadirte el verdadero frío de tus pensamientos. Demasiada soledad para el poco espacio de mis venas.

De pronto, quieta, en silencio, siento descender una lágrima por mi mejilla, y dejo que riegue el dolor que he intentado desenterrar de mis ilusorios hundimientos. Ni siquiera sollozo. 

Carece de sentido; 
mi vida, digo. 
He muerto y ni siquiera lo he sentido.

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