viernes, 9 de enero de 2015

Para aprender a volar, debemos caer primero

Antes de que caigas rápido, coge mis manos, sé que te sostendrás. Tras tu mirada se encuentra esa fuerza que me gustaría poseer, y no escapará a través de unas pocas lágrimas. Tranquila. Respira. Estoy aquí para recordarte que rendirse no ha entrado nunca entre tus planes. Quizás tu voz tiemble bajo el peso de las malas experiencias, y tus sueños, no recuerden en qué pesadillas han quedado estancadas, pero no te preocupes. Nada termina por destruirnos del todo.

No olvides nunca, que las mejores construcciones tienen como base sus propias ruinas. Y tú naciste para ser tan fuerte, que ni siquiera la oscuridad del tiempo podrá apagar el brillo de tus ojos cuando abraces las esperanzas. Creo que realmente, nunca podemos destruir nuestro corazón. Sostente sobre ti misma, yo me quedaré aquí, a tu lado, observando con admiración como expandes los aprendizajes de tu vida prendiendo sonrisas desconocidas.

Tu pecho se oprime. El dolor siempre servirá para cambiar, solo debes elegir el camino correcto cielo. Sé que crees que te has vuelto completamente loca, pero solo estás un poco perdida. No dejes que tus heridas corrompan tu fuerza, úsalas como puente, no como muralla. Tan pronto como abras los ojos, te darás cuenta de lo valioso que es todo lo que te mata. Deja que pase, deja que pase. Al final, ahí está lo mejor y lo peor del dolor; que debe ser sentido. Pero no tiene nada que hacer contigo.

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