jueves, 8 de enero de 2015

¿Eres tú?

He vuelto a dar paseos por el bosque. Hace mucho tiempo que no lo hacía. Antes era capaz de dar largos recorridos sin cansarme. Empapaba mi alma de pensamientos y me perdía por el mundo, fantaseando con la idea de que nadie podría encontrarme. Luego cambié de camino y comencé a correr. Dejé de reconstruir mis cimientos y comencé a decorar las ventanas rotas con persianas de colores. 


La pasada vez llovió, y de pronto, me di cuenta de que llevaba tres paraguas encima. Tres. Por sea caso. Fue horrible. Recuerdo cuando no me importaba que mi rostro se mojase y disfrutaba del frío de la lluvia, empapándome los sueños hasta las entrañas. Me sentía libre. He perdido tanto tiempo en mí misma que mi existencia, comenzaba a carecer de sentido. Pasé de vivir a subsistir. Quizás aún no sea demasiado tarde.

Pasé horas, leyendo y escribiendo, sumergida en el corazón de esa naturaleza que me hacía sentir tan viva. La soledad era mi mejor compañera de viaje. Ya no miro al cielo. Antes lo hacía mucho, y me quedaba quieta, en medio del camino, contemplando la belleza del horizente. Era mágico. Hechizante. Lo guardaba todo, sin pretender compensar a nadie. Era como un instante que podía guardar para siempre.

 Ahora solo ando y ando, con la cabeza gacha, y los ojos en un punto fijo. Creo que el olvido de contemplar la belleza del mundo me ha hecho olvidar que cuidar mi interior es más valioso que cualquier otro tesoro. Es importante hacer cosas sin ningún objetivo concreto. Simplemente vivirlas sin la molesta capa de superficialidad de la envidia. Estoy intentando reencontrarme, perdiendome en este solitario bosque. ¿Donde estás? ¿Me has hechado de menos?

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