domingo, 9 de noviembre de 2014

¿Cuál es el sabor de estar en la piel de mis enemigos?


Al final, la verdad acaba saliendo a la luz. Me empeñé en olvidar que siempre acabo haciendo daño a quienes más quiero. Lo conseguí. Pero al parecer no he cambiado en absoluto, porque vuelvo a ser la misma zorra. Sí. Asústate... jajajajajajaja! Sigo matándome hiriendo a los demás. 

Y no sé qué hago, que cada vez que quiero a alguien necesito huir. Sé que no soy buena persona. Alguien que tiene un corazón puro no causa tantos destrozos. Ojalá pudiese ser un poco menos yo. Pero no puedo, porque siempre vuelvo al mismo proceso de intentar quererme, darme cuenta de que no lo consigo, y caer hasta el hondo de nuevo. Una y otra vez lo mismo.

¿Estás seguro de que quieres quererme? Recuerda que destruyo todo lo que toco. Esto no es sencillo... Hace tiempo que mis palabras perdieron valor, ahora se prostituyen gratis, para que puedan construirse miles de castillos derruidos sobre mis hombros... sobre mis hombres.

Ellos no dejarán de hablar de la ignorancia. Cada vez menos personas a mí al rededor, más dolor. Hago que no me preocupo, pero puedo ver como esta vez me siento sola en la esquina de mi habitación, y no existe ni siquiera la posibilidad de que nadie quiera escuchar mi voz por el teléfono. 

Y lo peor es que ya no existe margen de error. Porque no es que hagan que sienta que es mi culpa. Es mi culpa. Siempre ha sido mi culpa.

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