domingo, 6 de abril de 2014

Sonrisas muertas

Las horas punzantes atraviesan nuestro corazón y nos arrebatan nuestra inocencia. Sonríes melancólico, revistiendo aquellas viejas paredes sucias que imitaban a la realidad. Destapa tu verdad y transfórmala en mentira. Te he hecho creer tanto tiempo que nunca me has entendido, que no te has dado cuenta de que soy una enredadera cosida de incomprensión. Porque tan solo tengo respuesta para preguntas que nunca se formularán, dormidas en el asiento trasero de tus miedos.


Nadie se llevará mi alma jamás. Quedará anclada entre maldiciones celestiales y dones infernales. Has matado a Dios, para que este difuso universo pueda atraparnos. Pero está bien conmigo. La vida es una ilusión real, que nos condena a arrastrar vivencias que no recordamos, y tú eres el roto diamante que refleja mi futuro escrito.


Juzgas mi locura, pero luego columpias con fuerza la demencia de la que huyen todas las zorras con lealtad. La belleza del alma es nuestro santuario, y nuestros corazones nuestra religión, no hay lugar para la cabeza para unos fugitivos del amor comprometido.

Tuerces tus labios y el tiempo se ralentiza, como en una película ardiente de los 60. Derramas sobre tus pegadizos latidos tu infantil valentía, pero al fin comienzas a comprenderlo. Ningún sentimiento fue creado para nada más que para vivirlo.

¿Tienes miedo? No lo tengas.

Convivimos estancados en los silencios entre gritos. Flashes de momentos compartidos que nos alejan. Somos todo lo que hacemos, y sin embargo, tus palabras son parte de mi ser. Tan solo me empeño en arder con estrellas apagadas.

Nada de lo nuestro es tuyo, nada de lo nuestro es mío. Nada es de nadie. Y sin embargo, la nada es nuestro todo.

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