martes, 22 de abril de 2014

El amor robó todos los latidos


La pegajosa madrugada arranca sueños perdidos de nuestra mente. Desterramos nuestras esperanzas y nos agarramos a la fría realidad. Lo hermosas que son las mentiras, lo fea que es la verdad. A veces me pregunto si la única forma de encontrarnos es hundirnos en la perdición.

Nos recostamos en camas solitarias para intentar adormecer a nuestro corazón, olvidándonos que seguirá latiendo a través de los sueños. Indagamos buscando esa mirada que nos desnuda, pero a la vez no deseamos encontrarla nunca. Somos fugitivos de la felicidad, como si supiésemos de antemano que las sonrisas sinceras son las que más lágrimas nos harán derramar.

Buscamos ese amor que nos mata por darnos tanta vida. Bailamos bajo el lema "vive deprisa, muere joven y deja un cadáver bonito", pero no encontramos nunca respuesta a nuestras plegarias. Nuestros corazones se encuentran tan desconsolados que nos aferramos a lo primero que por unos segundos nos dibujará una tímida sonrisa.

Nadie parece comprender nuestra incomprensión. Somos ángeles intactos a los que se nos ha prohibido vivir. Dejar que nos equivoquemos se ha vuelto el castigo que nos condenará a la horca. Lo último que escuchamos es nuestra solitaria respiración y la desesperación se apodera de nosotros cuando descubrimos que en realidad, hemos muerto sin haber vivido nunca. Por todo ello nos intoxicamos con la búsqueda de un amor puro. Porque sabemos que es, y siempre será, lo único que hará latir de verdad nuestro roto corazón.

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