viernes, 4 de abril de 2014

Aprender a vivir



Estoy aprendiendo. Aprendiendo a mirar a la luna, a correr sin rumbo, a ver belleza en la oscuridad de mis pensamientos. Emprendí la guerra porque temía que la paz me alejase del mundo real, pero lo cierto es que tan solo puedo ser yo misma con las personas que tienen ese poder de alzar el vuelo guardando para sí la mirada sombría del destino.

El olvido envenena mis sueños y las vierte en la quebradiza culpa de fechas que ha enmarcado el tiempo. Busco ese bello rastro en mi tiranía, y al fin, comienzo a comprenderme a mí misma. Mis defectos son esa llamada perdida que basándose en el desconocimiento, forjan mi persona.

Mi corazón, colocado de soberana cobardía, lija mis creencias y por ello, corro el peligro de cortarme con las astillas. Nunca pensé que podría existir tal dulce melancolía. Y sin embargo, lo cierto es que no existe amor sin aceptación.

Empecé a perder mi mente al indagar desesperada esos instantes que hacen de la vida una obra de arte que quedará grabado en la carne de quienes impregnen nuestros inmaculados latidos. Pero me equivocaba. La vida intensa y rápida, tan solo nos sumerge en la demencia de nuestra soledad. Debemos procurar escudriñar la pureza precisamente en las pausas, para poder apreciar la verdadera belleza de la vida.

No puedo engañarme más a mí misma. Soy yo quien debe creer y no importa si me acusan de mentirosa, porque quizás su engaño es la verdad de mí misma. 

Las palabras vuelven a sonarme vacías, y los actos, descompensados. Sigo buscando a personas que me aporten felicidad, personas que me hagan creer que la vida es una excitante oportunidad y que me hagan sentir electrizante. Sé que siempre han estado cerca. La distancia me ayuda a comprenderlo. Las ignorantes mentiras me acusan de cobarde, pero no lo entienden, y esa confusión provoca su rechazo.

Hay personas tóxicas que hacen relucir mi debilidad en la amargura. Pero no debo huir de ellas, sino simplemente dejarlos ir, porque no pueden ver la hermosura de los intensos golpes de la vida, pero tampoco me han causado un daño premeditado. Tan solo así podré ser libre, y dejar a los demás crearse a sí mismos.

El dolor, no es eterno. Pasa como todo en la vida. Y lo que deseo hacer, es dejarme llevar con ella y tratar de cambiar, no para luchar contra mí misma, sino para reconstruir una vida que me pertenezca, tomándomela como mi mejor compañera de viaje.

Nadie es quien parece ser.

Aprender a creer, aprender a amar, aprender a vivir...

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