martes, 21 de octubre de 2014

Sumergida, no hundida

Me encanta sumergirme en el agua. No nadar, solo sumergirme y quedarme tendida. Adoro esa sensación de paz al sentir que el mundo está tan lejos. Me gusta como las pequeñas olas de agua acarician mi cuerpo, y como todo se armoniza al dejarme llevar con ellos. Soy capaz de quedarme quieta, sin subir ni bajar mucho tiempo, como si estuviese colgada en el aire. Es como adentrarte en un mundo en el que no hay gritos, ni peleas, ni lágrimas... donde todo va a cámara lenta y sin prisa. Sí, creo que la prisa solo nos hace más desgraciados; no nos permite divisar la belleza del mundo de nuestro al rededor.

Pero cuando estoy bajo el agua, no me queda otro remedio que detenerme y sentir. Esperar el momento apropiado en el que tendré que respirar, para apreciar las diferencias entre los dos mundos. Y allí, quieta, puedo apreciar la belleza del mundo, entre burbujas y un suelo pintado de azul. Como el cielo. Todo se oye en un zumbido lejano, y nada se acerca. Estoy fuera de peligro. Y solo quedo yo. Yo. Y lo mejor es, que aunque quisiera, no puedo compartirme con nadie más de ningún mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario