domingo, 26 de octubre de 2014

Abre mi lengua

Hay cosas que escribo, para no leerlos de nuevo. Como una forma de capitular sentimientos y dejarlos atrás, esperando a que alguien abra el libro y se adentre en mí. Porque no tienen ningún sentido si no las lee nadie más.

A menudo pienso que no soy mucho más de lo que otros pueden percivir en mí. Un montón de sueños acumulados en la esquina de mi habitación, y unos pocos gritos de socorro bajo las sábanas, cuando aún no han terminado de convertise en gemidos.

Llega un momento en la vida, en el que comprendes que no tienes donde guardar esa luna que tantos te prometieron bajar. No sé. Supongo que no estoy echa para ser la musa de nadie, sino para reflejar en mí, la erótica versión hermosa de la belleza que han encontrado en otras personas. Algo así como un espejo que se apaga si no existen ojos que se contemplen a sí mismos.

Invertí tiempo y dolor, en ser encontrada entre el desconocimiento. Pero ese no es mi lugar. Debo de dejar de engañarme porque sé perfectamente que nada queda predeterminado eternamente. No es tan mala vida ¿Sabes? Quizás un poco cansina, pero mala no. Una vida que te hace comprender que la felicidad no vale nada, si no es compartida.

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