miércoles, 25 de junio de 2014

Nada parece real nunca más



Es tarde y hace frío. Está nevando. La calle se está cubriendo poco a poco de miedo y tristeza. Estoy completamente sola. Alzo un poco la cabeza, deseando ver una estrella que me guíe a casa, pero el cielo está completamente oscuro. Como mi corazón. Como mi alma.

Arrastro los pies por la mojada acera y ruego que alguien escuche la tenue voz de mis sueños. Me alejo poco a poco de la felicidad, y aunque sea poseedora de esta confidente verdad, no me esfuerzo en volver, porque sé que es demasiado tarde para sacar brillo al odio que tantas noches aliñé con mis miedos, para no sentir la angustia de un pasado que amordaza cada noche mis sentidos. Tiemblo e intento abrazar mis costillas, esas que guardan la clave de una vida, que me persigue como un fantasma persuasivo.

Nada parece real nunca más.

Veo a lo lejos pequeñas luces de una ciudad dormida. Luces que encienden amor, esperanza, valentía... A mí me queda un cuarto oscuro y una nevera vacía. Puedo sentir como mis ojos son pozos oscuros de sentimientos agrietados y como la piel se hunde en mis mejillas y como mi vida sigue tan vacía. 

Da igual lo que haga, da igual lo que diga, nadie podrá llenar el tremendo hueco que ha vaciado en mi interior tantos años de lágrimas ocultas. Deseo tanto vivir... pero mi única forma de hacerlo así, será llegar a la muerte más solitaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario