miércoles, 8 de enero de 2014

Traficar fantasías para poseer la felicidad


Ella cerró los ojos y soñó, con un paraiso de lágrimas evaporadas y sonrisas enmarcadas. Escapó al mundo de sus fantasías para abandonar las prisioneras mentiras. Voló como los pájaros que bailaban surfeando el viento encima suya y dejó que sus pies se congelaran al uhir del infierno de la profundidad de aquel lago solitario. Escribió unas pocas historias con sus lágrimas en la superficie y respiró el frío aire que le arrancó de cuajo toda la tristeza.

La paz estaba servida y hondeaba bajo su piel, al compás de esas alas que llevaban la cuenta de sus pérdidas. Al fin libre. Al fin viva. Flotando en el mismo punto en el que trataron de ahogarla sus propios pensamientos. Pero ahora, tan solo su corazón mandaba y nada podía detenerla. Porque así era ella, una valiente capitana de su existencia. Y de este modo, en su propio mundo derrumbó sus murallas, y alzó una bandera blanca para dejar de luchar contra sí misma.

La realidad resulta dura cuando se pierde difuminada por nuestro sufrimiento, pero quién ha dicho nunca que los sueños no son parte de nuestra realidad, y que pueden hacernos poseedores de una verdad que pertenece tan solo a nuestra felicidad.

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