viernes, 23 de agosto de 2013

Palabras guardadas en el sótano del olvido


Esta noche puedo ver como el dolor se aferra a tu alma por mi agrietada sonrisa. Me gustaría que me jurases promesas que no alcanzaríamos nunca, pero se que la culpa nunca se descolgaría de mis lágrimas. Aquí me presento. Con mi felicidad desgastada y odio cosido al bolsillo, con la certeza de que nunca llegaré a ser buena persona. Cuando mi alma ahuecada apague tus luces y encienda una vela en medio de la oscuridad eterna, creerás que soy un ángel maldecido. Pero al acercarte a la luz te darás cuenta de que quema, al igual que yo cuando esparza la ceniza de los sueños que te he arrebatado con mis noches de batallas perdidas.

Nunca me verás realmente. Soy un espíritu perdido destinado a vagar como un fantasma arraigada y te arrastro conmigo como si no hubiese mañana. Tengo la terrorífica habilidad de hacer que me quieran más los que más daño he producido. Acelera el coche. Cierra la ventanilla. No pares hasta que los cristales rotos marquen en mi cuerpo las heridas que he abierto en tu persona. Tan solo un suspiro más y todo caerá.

Vivo en una montaña rusa de tuercas oxidadas que he construido yo misma. Quedan unos pocos segundos para mi salida, y deseo que me corones con una sincera sonrisa, aunque mi reino no sea más que tu pesadilla. Sumerjo mi maldad en agua de egoísmo y soledad, donde las burbujas dibujan retratos de temores muertos y desperdiciadas colillas de ternura fingida.

Apaga las luces y volvamos a la cama. Donde nada se pueda decir y te pueda ahogar entre lágrimas de desprecio y sumisión. Da igual lo hundida que este, tus ojos susurran que estaré bien, pero ya es demasiado tarde cielo. He agujereado cada rastro de lucha que arropabas con tus manos desnudas. Sé que puedes sentir la angustia sobre mi mirada esquiva. Soy una maldita sombra dormida. Tan solo soy buena destrozando nuestra vida. No llores, mira valiente al destino, porque yo ya me voy, me despido con las rodillas ensangrentadas y el fracaso atado mis costillas. Abre los ojos y vuela lejos de mí. Yo te di alas, pero las amarré a mi efímera risa abandonada.

Abofetea mis lágrimas de súplica y reza para no enredarte entre mi dolor intencionado. Soy mala, y tú eres demasiado bueno, tratando de salvar a esta rota dama del frío de sus errores y sonrisas confundidas. Pero no te das cuenta de que estoy destinada a estar para siempre perdida, y que quien me encuentre, quedará ahogado en la eternidad de mis esperanzas egoístas. Estoy demasiado unida a mi pasado como para poder escribir un futuro en nuestras miradas compartidas. Será el peor corazón roto que pegaré en mi vida.

Yo puedo irme ya, porque ya no tengo nada que perder, ni siquiera una vida que ya está dividida. Pero tú sí. Sigue tus pasos ignorando las huellas de mi melancolía. Sálvate a ti mismo de mí. Sálvate cielo, y prométeme que nunca mirarás tu reflejo en el lago donde undí a esta persona, que no hace más que arrebatarme vida.

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