miércoles, 23 de octubre de 2013

Me doy miedo a mí misma...


Las pastillas azules resbalan por mi garganta. Este es el arma que me somete a una vida a la que ya no pertenezco. Acumulo tanta rabia que ninguna lágrima ensucia mis mejillas. Siento como poco a poco el poder de la pastilla fusila mi realidad. Mis manos tiemblan. Me agarro desesperada a las cuchillas sin darme cuenta de que mis manos están ensangrentadas. Ningún alma escucha. Me estoy volviendo loca. Trituré todos mis principios hace tiempo y ahora solo quedan los restos de lo que un día fui. Puto saco de huesos inútil.

No quiero ayuda. Bésame y vete. Utilízame y no vuelvas nunca. Da igual lo que hagas con mi cuerpo, con mis sentimientos o con mi mente, nunca te pertenecerá mi corazón. La única condición que te impongo es que no me mientas. Dime si me empapelarás de miedo y sufrimiento, da igual que me duela. Prefiero ser esclava de la verdad que ser liberada por tus mentiras.

La habitación se va empequeñeciendo. Ningún paso es correcto. Me coloco de sonrisas vengativas. Puedo ver el terror en tus ojos al darte cuenta de que ya ni siquiera me esfuerzo en encubrir con falsas sonrisas mi maldad. Puedes ver en vivo y en directo la destrucción de mí misma. Me odias. Te duele. Solo porque lo ves, y yo no trato de pararlo. ¿Para qué? Esto son los monstruos que llevan habitando en mí mucho tiempo, la diferencia es que ahora corren libres. Y yo lo disfruto, de veras lo hago. Soy adicta a mi propio sufrimiento. Tan solo así me siento llena. Tan solo así puedo sentir que sigo viva, aunque la muerte ya esté haciendo resonar sus nudillos contra la puerta de mi ausente mirada.

No espero que lo comprendas. Nadie lo hará nunca. Sube el valor de mis latidos saber que serán los últimos. Me desintegro en una lujuria sometida. ¿Me quieres? Nunca lo has hecho. Pero ya no me afecta. Estoy tan rota que ningún sentimiento real cobra forma en mi interior. No puede. No se lo permito. Porque ésta es mi única salvación, la locura que me conducirá a la muerte.

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