jueves, 17 de octubre de 2013

Enredada en sentimientos ajenos

Cuando cierro los ojos, siento tus alas abrigando mi piel. Me siento protegida. Digo una palabra o dos. Aunque ni siquiera yo las comprendo. Éste es uno de esos momentos en los que deseas un silencio eterno.

Hay sombras que acorralan mi vida. Son pequeños misterios a los que no puedo dar forma. Pero aquí, encendiendo una pequeña luz en la oscuridad de mi vida, siento que mis verdades quedan protegidas por sentimientos que no son mentiras. Puedo llorar, y mis lágrimas serán correspondidas. Porque estás tú, cogiéndome de la mano y alzándome la voz cuando no deseo escuchar mi realidad.

Esperanzas hay muchas, pero todas son translúcidas. Ninguna toma forma nunca, hasta que abres tu boca, y las puedo ver esbozadas en tu sonrisa. Tranquilizas mis ciegas ilusiones, y las meces suavemente hasta que quitas el polvo a mis miedos a través de ellas. Tienes la habilidad de que pueda nombrar mis sentimientos, como nunca lo he hecho.

Haces trizas mi corazón porque sabes que tan solo así puedo ser feliz. Pero lo haces cuidadosamente, ya que temes hacerme daño. Pero ¿sabes qué? Será muy difícil que lo consigas si yo aún me siento a tu lado. Si siento tus ojos pausados en mí y sé que no pensarás nada malo.

Estoy encadenada a mis pesadillas, y tú me haces libre. No creo que llegue a comprender nunca por qué. Simplemente sé que es así. Te quiero, aunque a veces me cueste expresártelo con palabras. Y ya ni siquiera me importa por qué. Porque lo único que sé es que quiero permanecer así, a tu lado, en un futuro que nos pertenece.

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