lunes, 4 de marzo de 2013

Arriesgarlo todo cuando no tienes nada que perder...

Sentados en la esquina de la calle una década se consume con el humo de nuestros cigarrillos. Me encuentro muerta entre los consejos de mi madre y el desenfreno de la seducción. Tan solo dejo pasar el tiempo mientras descubro lo perdida que me encuentro en tu turbia mirada. 

Procuras actuar con precaución, como si no supiésemos ya que da igual, porque no tengo nada que perder. Las oraciones de Jesús se escabullen a los errores del pasado y siento la necesidad de correr hacia una respuesta que me mantenga a salvo, pero no me muevo. Soy esclaba de mis meteduras de pata, aunque los volvería a cometer una y otra vez.


Ahora puedo ver que tú y yo no tenemos en común más que el tiempo perdido, y aún y todo, temo que no me quieras. Yo con unos pocos 16 y tú con 26, parece tanto tiempo pero siento que esto está tan bien, es tan correcto... Robamos a los ladrones de la verdad las mentiras y nos escabullimos de la muerte sigilosa. Vivimos y morimos cada noche, viendo las luces decir adiós y forzándonos a un final de miradas esquivas. Después de tanta rabia aparece la felicidad transformada en una rosa de puntiagudas espinas. Pero así es nuestra vida. Porque no importa el tiempo. Porque no tengo nada que perder.

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