sábado, 12 de septiembre de 2015

"Solo vivo cuando estoy loca"


Ella estaba sentada en el suelo, sin pantalones y con una camisa de hombre desabrochada. El pelo le caía sobre sus ojos somo una cascada enredada. Sus mejillas seguían rojas y su piel mojada con un sudor que le hacía relucir en la habitación. Cerraba y abría los ojos, medio ida, medio aquí. Su joven rostro estaba enmarcado con una sonrisa de quien sabe bien lo que hace. Llevaba el cigarro en la mano.

Comenzó a hablar de pronto sobre noches que deberían guardarse en secreto. Las palabras brotaban entre sexo, filosofía y poesía, mientras sonreía como una niña pequeña. Movía la mano haciendo círculos en el aire. Resplandecía con fuerza. Podías ver en su mirada su salvaje necesidad de vivir, de ser libre, de estar completamente loca. 

Y lo conseguía. Y todos lo sabían. Odiarla o quererla, cualquiera apreciaba su pureza. Y por ello, cada persona de aquella habitación sabía que nunca podrían olvidarla incluso cuando aún no se había convertido en recuerdo, incluso cuando el futuro no existía.

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