lunes, 7 de septiembre de 2015

Nacimos enfermos y nos encantó




Aún puedo escuchar sus gritos arañando las paredes de la habitación. Reclamó la presencia de seres superiores cuando mordí su piel; para mí ella es mi única Diosa. Ellos creen saber lo que es amar a alguien sin frenos ni cinturón, pero no tienen ni puñetera idea. Un gemido más y se me eriza la piel, seremos condenadas al dulce infierno en la eternidad.

Pensaron que guardaríamos silencio, las niñas buenas ahorcan sus deseos en rosarios pecaminosos. Luego descubrimos a qué sabía el poder de elegir cuales serán las costuras de nuestros labios y no volvimos jamás. Quien se entrega a la libertad de la lujuria no necesita limitarse a las sonrisas de compasión.

Creyeron que podían acabar con nuestras repulsiones en la hoguera, cuando desconocían que ya habíamos conocido lo que ardía el deseo de no poder besar lo prohibido.

Ellos quieren que te pongas de rodillas, esperando a que te den de comer el cuerpo de Dios. Nosotras simplemente decidimos ir a cazar otros cuerpos; en vez de esperar milagros, creamos unos nuevos con nuestras propias manos.

Gritas y mis latidos se aceleran. Abrázame más fuerte. Nos ataron los pies y nosotras simplemente decidimos volar. No lo comprenden. Nuestros actos crean amor, sus prohibiciones castigos y suicidios... ¿con qué lengua estamos lamiendo en realidad la palabra del señor?

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