Me han prohibido las entradas a este infierno, y yo me he quedado arañando la puerta, aullando a lunas ajenas. Nunca pude imaginar que la soledad pudiese conectar tantos corazones, pero aquí estoy, danzando entre promesas de callejones sin salida y hambre de pieles desnudas. Él murmuró con rabia que merecía algo más que el precio de mi aspecto, pero él no conoce estos besos a medias y la adrenalina de superar toda expectativa imprevista. No, no me estoy vendiendo, solo comparto mis piezas rotas y me convierto poderosa en el reinado de mis piernas. Rezas por pecar y sólo te escucha una diosa. Lo último que busco es encontrarme en ti; solo deseo ser parte de tus deseos. Ven hacia mí, que yo no puedo abrir.
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