domingo, 2 de marzo de 2014

Solo hay vida entre pesadillas


El local se alzaba entre la bruma de las opacas noches en el paraiso del diablo. Un puñado de almas malévolas surcaban por el aire, impregnándome con su dolor adormecido. El reloj contaba las rejas que apresaban mi corazón. Nunca fui hecha para amar.

Me persiguen depredadores celestiales, pero se han quedado divagando sobre el asfalto de vómitos y cerillas apagadas. Temen que les arrastre conmigo a este mundo de prohibidas esperanzas. Tienen una terrible misión. Me amordazan para arrastrarme al mundo de los vivos, sin darse cuenta de que mi vida reside en las pesadillas muertas.

Pido un trago de decepción e incomprensión. Deseo fundirme en los polvos que almas rotas han forzado en los baños rastreros. Trozos de lágrimas que arden en la más terrible demencia.

Me siento con la soledad. El frío del dolor me saluda; son demasiadas noches compartidas ya. Siento como los pedacitos rotos de mi interior crujen. Ahora no, joder. No puedo permitir perder lo poco que queda de mí. Aunque bien pensado, que más dará. Nunca he encontrado mi lugar, porque no debería pertenecer a este mundo nunca más. Así que quizás este sea el momento de fundirme con mis sombras, y saludar bajo un velo negro, a todas las copias falsas que fingieron quererme alguna vez. Está decidido. Poco a poco, el ángel negro comienza a abrir sus puntiagudas alas en mi sangre y...

No hay comentarios:

Publicar un comentario