viernes, 5 de junio de 2015

Tú misma

Si hace años me hubiesen ofrecido la oportunidad de vivir en desenfreno constante, juro que hubiese aceptado sin pensarlo dos veces.

¿Por qué caiste en una depresión si eras una chica ejemplar? Me he hecho esa pregunta durante años, sin darme cuenta de que la respuesta estaba implícita en la misma. Era una chica ejemplar.

Una chica buena, como otros debían ser. Compararon a mi hermano conmigo hasta que llegó a odiarme, mi vida era la "perfección" de la que todos querían gozar... era un ejemplo a seguir y yo nunca lo pedí. Lo único en lo que pensaba era en "¿por qué queréis ser como yo si lloro todas las noches sentada en el suelo de la ducha?" No era feliz y nunca fui libre. Odiaba que la gente tratara de imitar mi vida porque sabía que los conduciría a la mismísima desgracia.

Tenía un miedo atroz de cometer errores. Muchísimo miedo. Sentía esa presión de las expectativas puestas en mí y no podía librarme de ellas por el miedo a que el orgullo de mi madre y el cariño de mi padre desaparecieran. Esa hija que idolatraban estaba despedazada, ahogada en pensamientos, desgarrándose la piel porque no podía escapar de sus pensamientos; presa de sí misma.

Simplemente necesitaba huir, y considerarme humana. Quería que me odiaran para que nadie pudiese encasillarme en el maniquí de niña buena, pero a la vez ser querida por quien era en realidad. Todos han creido saber quien soy, y ahora comienzan a darse cuenta lo desajustados que estaban esos pensamientos a mi realidad.

No digo que la bondad no sea un gran cumplido, no lo es solo cuando no permites a la otra persona ser real y considerarla parte de lo que eres tú.

Ahora siento la libertad de perder la cabeza, y ver quién, aún así, se queda junto a mi cuerpo y quienes, al contrario, tratan de arrastrarme a sus agujeros.

Al final, el mejor consejo que he aprendido durante estos años ha sido éste: no seas mala ni buena, sólo sé tú misma.

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