domingo, 14 de junio de 2015

Dejad mis heridas en paz


Expandí mis alas esperando no ser engullida por el amor. Quien todo lo quiere es quien menos obtiene, poro yo volé cegada con la luz de la verdad. Acurruqué todos is miedos en los dobladillos de mi lengua e intenté limpiar mi nombre con mi saliva. No esperaba que las prisas terminasen salpicando tantos corazones rotos. 

Era demasiado líquida para que pudieseis flotar siempre en mis pesadillas preferidas, pero eso ya no hace falta que os lo explique ¿verdad? La oscuridad desplegó sus banderas por mis costillas y nunca más he podido respirar.  Una lágrima dijo más que lo que una imagen jamás podrá, pero nadie la oyó caer. Escribisteis sobre mi piel como si fuese propiedad de todos; como si no guardase más cuchillas en mi mirada. Entonces estaba demasiado rota para que pudiese sentirlo siquiera, ahora tengo vuestras garras tatuadas.

Estuve muerta desde que supe que pasase lo que pasase, mi corazón seguiría latiendo siempre. Mis clavículas acentuaron los puntos suspensivos y preferí el silencio de la hipocresía a una verdad maquillada. Nadie preguntó nunca si estaba bien cundo encontrasteis mis rastros de sangre por los bordillos de las aceras de vuestras flamantes casas. Ahora os creéis con derecho de juzgar mis sonrisas, como si no fuesen las dos caras de una misma moneda. Mi mirada no decía nada. ¿Dónde condenaréis mi asesinato de nuevo?

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