jueves, 5 de febrero de 2015

Hacia la perfección en dirección contraria


La mañana es clara, el aire caliente y los semáforos parpadean en tránsito. Quedan testigos de la velada nocturna, guardados en botellas vacías. Él se levanta, con el pelo revuelto y sin camiseta. Se acerca a la puerta y gira la cabeza para verme, en la cama, hablando sobre planes futuros del día. Sale del cuarto dejando la puerta abierta, y deja que entre un poco de polvo.

Las risas han dejado manchado cada resquicio de mi mente, en este viejo motel que nos conduce a una vida próxima. Siempre me han gustado las camas a media carretera. Me da la sensación de que son un paso adelante hacia el futuro, una aceptación mutua de no dejar que el pasado nos persiga. Oigo su risa y el viento que lo arrastra hacia mis oidos.

No es un hotel encantador. De echo, este lugar es más bien una pocilga, pero al igual que nuestra relación, la perfección queda muy lejos de lo que buscamos en la vida. Lo veo bailar entre palabras amables y sinceras, y me sorprendo sin contar las horas, cediendo ante la vida.

Oigo el motor del coche arrancar, pero sé que no se va a ningún lado. Vuelve a empezar de nuevo este camino desde el punto muerto donde decidimos arrastrar nuestro destino. Asoma su rostro por la ventana y parpadea al descubrir que yo sigo exactamente en la misma postura que tenía antes. Estoy disfrutando. La vida resulta muy sencilla cuando nos lo proponemos. Dejadme disfrutar de este descubrimiento un poco más.

"¿Estás preparada?" "Oh, llevo preparada para esto toda la vida"

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