miércoles, 4 de septiembre de 2013

Balas del destino


Oigo sus pasos secos a mi espalda. Acelero el paso. No permitiré que me capturen. Aunque ya es demasiado tarde. Ahora tan solo deseo volar entre rostros desconocidos y dejar hondear mi vestido negro en los suburbios. Pero este es mi destino, y voy a perseguirlo con la cabeza bien alta. Tan solo aceptaré mi muerte si quienes me disparan son mis deseos y el vacío anhelo de un trabajo que nunca será enterrado. Mi respiración se acelera al sentirlo cerca. Trato de prestar atención, pero no oigo más que mis latidos. Se está acercando el final y yo estoy con las manos vacías. Parece que el mundo entero se ha detenido. Me escabullo de mis oscuros sentimientos al pensar en el intenso dolor que me hará digna de una muerte honrada, pero a la vez cruel y vengativa. 

Oigo como carga el arma. Respiro hondo. Siempre supe que mi fin sería de este modo, pero nunca que sería a tan corto plazo. Siento como sus cegados ojos desnudan mi alma, pero no importa. Podrá tener mi vida, pero nunca logrará que mi corazón le pertenezca. Podría gritar y pedir ayuda, aunque me resisto. No pienso darle el lujo de verme sufrir. Si muero, lo haré como la heroína que soy, al fin, ahora, como toda siempre quise serlo. 

Llevo años soñando con este escalofriante momento. La vida escribió sobre mi piel un destino que no pude evitar, pero que tampoco desee hacerlo. Aunque hay algo diferente. No estoy asustada. No tiemblo. Hace muchos años que no me sentía tan serena. Tan solo me detengo, y despacio, vuelvo mi rostro para observar con ojos helados, el asustado rostro de un dulce niño, al que nadie enseñó a querer nunca. Levanta el arma. La noche se silencia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario