martes, 11 de junio de 2013

Cayendo en las grietas de la vida

Aprender a abrir los ojos es como tratar de encontrar una realidad que no te pertenece. Como bucear en mentes ajenas y sentir las lágrimas de los instantes que se guardan en secreto. La vida pasa deprisa, pero en esos momentos, el tiempo parece eterno. Es amargo el sentimiento de sentirse extraño en tu propio hogar. Te sientes desahuciado de todas tus emociones y abandonado por tus pensamientos. Como sentir una tristeza sin dueño alguno. Puede ocurrir en unos pocos segundos, e incluso siendo tú consciente de los atajos que toma tu subconsciente, nunca encuentras fuerza suficiente para detenerlo y enseñarle el camino correcto. Pero a veces, es importante hacerlo. No porque trasteas bajo la seguridad de que habrá algo mejor, sino porque simplemente, debemos hacerlo para permitir a nuestra vida un camino para seguir, para progresar y no quedar estancado en el lodo del pasado. Siempre hace falta un poco de lluvia para conseguir un arco iris. Aunque la vida nunca es un arco iris. Hay algo que se quiebra, algo en nuestras mentes que hace "crack", como un sonido impredecible que nos conduce a la mismísima locura. O al menos, a mí me ocurre de ese modo.
 
Entonces, todo se desborda. Te sientes triste y feliz al mismo tiempo. Parece el juego maligno en el que no sabes si eres el bueno o el malo. Te desprecias pero te compadeces de ti. Y todo absolutamente todo se convierte en una pesadilla del que no puedes escapar, y caes en el conocimiento de que ese sentimiento quedará anclado en tu mente, toda tu vida. No quiero quedar atrás. No me lo puedo permitir. La única opción que existe es continuar, aunque esté gritando desesperada bajo el agua oscura de mis remordimientos. Siempre luchando por respirar aire puro. ¿Al fin y al cabo, los sueños consisten en eso no? En luchar sin la certeza de que vayamos a ganar. Como la vida misma. Como encontrar una realidad desconocida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario