miércoles, 15 de mayo de 2013

Atrapa instantes


Recuerdo que la primera vez que puso aquella canción hacía mucho frío. El viento dejaba las ojas desorientadas y sin rumbo fijo. Perdidas bajo la suave lluvia que parecía acariciar el cristal de las ventanas del coche de mis padres.

La respiración pausada de mi madre era inaudible. Tan tranquila, que ni siquiera parecía estar presente. Mi hermano apoyaba su frente contra el frío cristal, y se dejaba llevar por los sueños tomando como brújula el repiqueteo de la lluvia susurrante. En el pequeño reloj del coche se dibujaban unos números pequeños y distantes del mundo. Mi padre era mi única compañía aquella noche solitaria que se perdía en la lejanía de los problemas.

No compartíamos ninguna palabra sabia, y el silencio era el único testigo de nuestros confidentes pensamientos. La soledad siempre ha sido nuestro aliado, y poder compartirlo me hacía sentir mucha paz. Acurrucada en el asiento trasero del coche, tan solo me dedicaba a dejar escapar el tiempo, tan caro que a veces me daba pena usarlo.

Recuerdo que mi padre me miró y aún serio, encendió la radio. "¿Pero qué...?" pregunté temerosa de darle fin a aquel perfecto sentimiento. Pero él se giró, y tan solo me dijo: "escucha".

Cerré los ojos y comenzó a sonar. Fue la primera vez en toda mi vida que me sentí tan única. Las notas pasaban insaciables arrancando cada estúpida preocupación de mi mente para partirla en miles de pedazos y demostrarme lo simple que es alcanzar la felicidad. Todo el mundo giraba rápido junto con las luces nocturnas que vagaban por aquella ciudad sin nombre, como si fuesen la vida misma. Correteaban por mi mente miles de sentimientos que había creido olvidar. Me abandonaba en el asiento trasero del coche y respiraba de forma agitada por la excitación que me producía la enorme explosión de todas aquellas emociones unidas. Con los ojos cerrados, sentí que mi padre sonreía. El ambiente brillaba y me abrazaba de forma cálida. Me encontraba protegida, como nunca había tenido la oportunidad de estarlo, y comencé a llorar en silencio. Descargando con mis lágrimas todos los gordos nudos que maniataban mis preocupaciones más sinceras. Sentí la libertad rugir en mi corazón y pude descubrir el verdadero significado de amar la música.

Aquella canción, sigue aún perdida en aquel viejo coche. A veces la escucho, y sigue siendo mágica, pero sé que nunca será igual que aquella noche de lágrimas cálidas y tristes sonrisas. Porque la música más que sentimientos, atrapó un instante inolvidable.


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