domingo, 28 de abril de 2013

Unos pocos latidos musicales

Cuando siento la música hondeando en mi interior es como si encontrase realmente cual es mi lugar, quien soy yo. Como si sintiese que toda mi vida a transcurrido para llegar a ese momento. Si estoy un tiempo sin sentirlo, me siento encarcelada en mis propios sentimientos, y la única forma de liberarlos es dejarme llevar por los sonidos.

Simplemente me quedo quieta y dejo que me envuelvan todos los sonidos. Al principio es difuso y no se puede distinguir ninguno, pero eso hace que una enorme excitación agite mi corazón de tal manera que mi mente se vuelve frenética e incontrolable. Todo es tan confuso en un momento que siento que mi cuerpo estallará y dejará volar a mi alma hasta el universo, porque las emociones son demasiado intensas como para poder vivirlas en una vida tan normal y ordinaria. Conecto directamente con mis sentimientos más puros, los reales, los que no están distorsionados. Y entonces, mis dedos se mueven frenéticos intentando capturar todo este sentimiento en un sonido, como describir todo lo que hondea en mi interior en una simple nota. Casi no respiro, pero no me doy cuenta de ello, porque todo a mi al rededor resulta ser demasiado magnífico, mejor que tocar el mismísimo cielo. Dejo correr todo lo que siento a través de mis manos, a través de mis oídos, y siento las lágrimas atravesar mis mejillas impregnando mi rostro de absoluta felicidad. Los sonidos se van convirtiendo poco a poco en ruidos que forman murallas de valor y pasión, descifran sueños rotos que quedan transcritas en el aire y las hacen libres. Mis latidos se desordenan y laten fuertes y rápidos en este estallido de emociones incontrolables.

De pronto, mis ojos se abren de golpe y siento que vuelo, una intensa felicidad recorre cada centímetro de mi cuerpo y hace este momento mío, por siempre. La frenética estampida de emociones va despidiéndose poco a poco, y deja lugar a la paz, tranquila y serena como nunca lo había estado. La canción se va retirando despacio, se aleja con su resplandeciente hermosura de mis sentidos casi adormecidos por el intenso poder al que me han ataviado con una libertad casi surrealista, pero a la vez tan real. Mis ojos se apagan y al fin, todo queda en un inmenso silencio que guardará todos estos vuelcos del alma en un rincón oculto.

La vida tiene millones de caminos que debemos tomar a la fuerza, y mi única brújula es y será siempre la música. No tengo ningún motivo concreto para ello, tan solo es así y punto.

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