jueves, 4 de julio de 2013

Déjame sobrevivir

Mi corazón late desbocado provocando que de cada porro de mi piel rezume venganza. No hace calor, pero las falsas palabras amables de conocidos enemigos hacen que gotas frías embadurnen mis sentidos. Uno, dos, tres... veintidós segundos. Eso es lo que tardaréis en condenarme por mis actos. Corro por el corredero de la muerte  disfrutando de cada resonante sonido que arde en mi ignorante cerebro. Me miro en el espejo y de nuevo no me reconozco, pero empujo esa emoción lejos de mí mientras vivo en la creencia de que nadie puede romper un corazón que ya está roto. Mi estropeada alma dibuja rápidas ideas maliciosas en el aire contaminado por seductoras mentiras. Al fin, todos mis deseos ocultos corrompen amores mancillados y los hacen míos. Ya no tengo miedo de perder. ¿Esto es lo que querían? Unas velas negras, ojos enfermizos, lazos deshilachados, sacrificios derramados, adicciones sagradas y lágrimas seductoras. Es el precio a pagar por manipular heridas sangrantes. He silenciado mis pensamientos y ahora me dejo arrastrar por mis sentimientos hasta estremecerme por mis propios actos. Puedo ver temor en todos aquellos que creen conocerme. Las personas estropeadas son peligrosas. Saben que pueden sobrevivir. Y lo hacen sin temer a ser descubiertos.

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