miércoles, 10 de febrero de 2016

Él no quiere saber de celos a distancia
que no tengan una fecha de vuelta
tatuado en su lengua.

Odia ver el vértigo de tres años sin bozal,
y ahora sentirse correa,
por no poder dar libertad a los ladridos
plagados de promesas del pasado.

Prefiere hacerse creer a sí mismo miles de cuentos
que solo sirven para recordarla
sin parecer que la hecha de menos.

Trata de pasar página,
cerrar el libro,
quemarlo,
hacer con sus cenizas un fuerte
donde ninguna otra mujer deshaga 
la forma de sus manos al sostenerse.

Pero ella está ahí,
arropada con esos deseos futuros
que ahora se encuentran perdidos,
sin llegar a ningún lugar.

Él no recuerda
que para dejar atrás a alguien,
no debe recordarse a sí mismo olvidarla.

Y ella menos.

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