sábado, 23 de enero de 2016

Tres vagones de más

Desde que te he conocido,
he dejado de escribir.
Como si la poesía tuviese ya suficientes atentados
con tus ojos en forma de sonrisa.

Hace tiempo
que me cansé de correr con los ojos cerrados,
por callejuelas que me conducen a lenguas
que nunca recuerdan las 6 letras de mi nombre.
Quiero incendiar la ciudad por tu mirada
para descubrir en tus ojos parte del desastre natural de mi locura.

He estado años
esperando en el frío banco de esta estación,
y ahora me doy cuenta
de que nunca puse mi pie sobre ningún tren.
Tengo un corsé de cotinadeidad
que solo tus largos dedos pueden desabrochar.

Sin embargo,
no podré prometerte "para siempre"s.
Ahora no.
Aunque hay una forma de que me quede habitando
en esta piel salvaje.

Cuando veas que mis piernas tiemblan,
cógeme de la mano,
y no me sostengas jamás.

Sé que quizás es mucho pedir,
solo hasta los sueños que puedas soportar.
Pero estoy aprendiendo a amar,
y ahora sí
debo empezar por mí misma.

A pesar de todo,
juro que no te arrepentirás.
Te lo dice alguien que ha sufrido mis peores huidas,
y se ha coronado con lágrimas de felicidad.
Merece la pena.
Mereces la pena.
Merezco la pena.
Merecemos las penas y alegrías,
que la poesía nunca se atreverá a arrebatar.


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