jueves, 3 de diciembre de 2015




No pienso defenderme cuando me dices que lo que yo escribo no es poesía. 
Porque no, no lo es,
lo que yo escribo es mi vida.



Siempre he creído que alguien no puede escribir realmente sobre aquello que no ha vivido,
no existe peor robo que el de los sentimientos
en domingos lluviosos.



Quizás por eso,
ahora,
me cuesta tanto ser sincera más halla de un papel de cuadros azules.
Y no pueda saborearme real si no construyo conversaciones conmigo misma desde la meta.
Probablemente estudie tanto
porque necesito hurgar en mis propios zapatos
una racionalidad a mi demencia.
Como si los libros pudiesen enseñarme de la vida sin tener que moverme de mi sofá de cristal blanco;
Ver la vida observándome desde fuera de mí misma.



Una vez leí que aquellos que no se atreven a enfrentar la aventura,
luego no debe quejarse si se pasa.
Así que cada vez
guardo mas silencio,
me adapto mejor a mis inseguridades
y trato de levantar la voz
cuando he dejado de negarme a mí misma la libertad.



Por ahora te diré que no me esta haciendo más feliz,
pero no me hace más débil.
Solo saca a la luz los charcos oscuros en los que ahogaba mis emociones
para dejarlos secar al sol del amor de otras personas.



No te preocupes,
porque estoy en camino.
Que es lo más valiente que he hecho en mi corta existencia.
Que es la única forma de ser realmente yo misma.

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