domingo, 30 de agosto de 2015

La puedo ver todavía...



Sentada en el suelo de aquella terraza, con una cerveza en su mano derecha. Robaba mi sensatez con la izquierda. Su pelo rojo y rizado hondeaba reclamando su lugar en el mundo. Recuerdo sus ojos subrayados en negro y su camiseta de "La fuga" remangada. Su voz olía a nicotina en mi paraíso de terciopelo.

Mis domingos se han aposentado sobre las letras de su nombre. En sus manos resguardaba el temblor de la última nota de su concierto preferido. Y ella sigue revolviendo las esquinas, prendiendo miles de revoluciones tras mis huecos pulmones, conteniendo la sangre endeudada de por vida y sus manos... aferrándose a bozales con demasiados nombres en los que no cabe mi poesía.

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