martes, 22 de enero de 2013

Never too late...

Recibí un tiro. Discreto. Limpio. Nadie percibió el más leve latido acelerado de mi corazón. La bala se desvaneció dejándome muerta. Me desmenuzó en recuerdos que atraía con intenso poder el frío y duro suelo. Ya no quedó nada que mereciese ser contado. La solitaria verdad me adormeció junto a todos los silencios que no fueron interpretados de forma correcta. Mi mundo se oscureció en una negrura que nadie podía alumbrar más. Las gotas de sangre contaban los segundos. Se acabó. Y lo curioso es, que justo en el ultimo segundo supe al fin que estaba rebosante de una vida que se acababa poco a poco. Tan viva y a la vez tan muerta.

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