Una de las lecciones más importantes es que “somos más lo que hacemos que lo que decimos”. Me han comprado y vendido tantas veces que ya mi
precio está borroso de utilizarlo. Es mi oportunidad de arrancarle el valor que
otros han establecido. Estoy harta de las estupideces, de la búsqueda de
compasión a partir de un par de lágrimas de borrachera. Dejad de creeros que
vuestro dolor os concede el lugar del centro del mundo. Nadie escapa de los
fantasmas del sufrimiento. El mundo se diferencia solo entre aquellos que
deciden resolverlo o hundirse en él. Nada más.
Otra importante aprendizaje, es el de “si alguien quiere
estar contigo, siempre buscará un modo”. No existe el todo o la nada. Siempre
hay elecciones de doble filo. Así que no vengáis armados con excusas del
tiempo; no te apetece y ya está.
Quizás esté cansada de sufrir, de la gente que no sabe lo
que quiere y de terminar pagando los platos rotos de los demás. La gente es
interesada hasta la médula; prefieren inventarse quién eres en vez de
preguntarte y conocer la realidad. Por eso os inventaréis que me refugio en
otras bocas dándoos la espalda. Sois vosotros los que habéis decidido ignorar
mis palabras y me habéis buscado sólo cuando necesitabais dejar vuestras ruinas
sobre la compasión de los demás.
Es mentira. No me he refugiado en nadie que no sea yo misma.
No necesito a nadie que no me aprecie con sinceridad. Y si no estás ahí, no te
necesito. Así de simple.
De modo que deja de creerte el cuento de que te he reemplazado
porque tu presencia no puede ser sustituida, solo destruida. Eres tú la única
persona que puede cambiar el lugar que ocupas en mi interior. Pero quizás… se
esté haciendo demasiado tarde ya.
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