Estoy ardiendo. Huelo a pura gasolina,
y tú tienes las cerillas. Sus ojos están a punto de prenderte
fuego. Yo me encuentro aquí, de pie deseando evitar convertirme en
ceniza. Estoy perdiendo porque soy yo la osada que decidió bailar
desnuda.
Me acusan en tu pequeña cabeza; fue un
incendio premeditado. Cielo, no estás equivocada. La destrucción no
es más que otra forma de gozar de los picos de nuestras emociones.
Pero hay poder en tus actos. El humo de tu lengua ocupa toda la
habitación. Y ella observa tu sonrisa. Al final, aquello que un día
ardió no vuelve a encenderse, pero joder, cómo ensucian las cenizas
de tus caricias.
El calor del sexo nunca eclipsará tus
llamas. Sales ganando.
Pero a mí nunca me importo la forma de tu incendio. Es fuego, sigue siendo fuego, por muy bonito que parezca.
A
mí lo que me importa es un corazón sincero, chamuscado , no
letreros de bienvenida que relatan que esto no se trata de un
infierno.
Lo que a mí me produce placer a ti te
aterroriza.
No he jugado limpio, pero tú tampoco.
Puedo sentir el
frío de tu distancia. El amor siempre fue poder. Pero tú buscas una
monarquía y yo una anarquía.
Siento si he terminado haciendo daño.
Realmente, no lo pretendía. Pero dime, si no estoy haciendo nada
malo ¿Por qué debería ocultar este incendio? ¿Por qué debería
hacerme pequeña?
Dejar apagar este fuego, sería peor que dejarnos arder en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario